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Rafael Lería

«Con 31 años empaqueté toda mi ropa, la llevé al Cottolengo y decidí ingresar en los Jesuitas»

Este malagueño se ordenó sacerdote el pasado 6 de julio y en marzo volverá a Sudamérica

«Con 31 años empaqueté toda mi ropa, la llevé al Cottolengo y decidí ingresar en los Jesuitas»

F. J. Cristófol

Rafael Lería (Málaga, 1970) lleva en España unas semanas desde que volvió de Bolivia, donde lleva años desarrollando su labor de voluntariado dentro de este país. Con 31 años, en plena madurez, decidió que su cómoda vida en Málaga no era lo que estaba buscando en la vida: Tenía una novia con la que llevaba siete años de relación, había estudiado Derecho y llevaba ejerciendo cuatro años la profesión, tenía en su armario ochenta camisas que apenas disfrutaba. Así, un buen día, en junio de 2000, decide marcharse como voluntario a Bolivia. Tras seis meses de discernimiento y voluntariado, decidió que el camino de su vida era el de Dios. Se ordenó sacerdote el pasado 6 de julio y ahora está preparando de nuevo las maletas para seguir con su labor en Sudamérica.

- Este domingo se celebra el día de la vida consagrada, ¿cómo toma una decisión así un joven que lo tiene casi todo a ojos de los demás?

- No se toma de un día para otro. Mientras trabajaba en el despacho de abogados, comencé a hacer los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola en la vida diaria. En ese proceso de discernimiento yo empiezo a pensar que estoy aquí para algo más grande, así que decido plantarme en Bolivia a hacer un voluntariado en una casa de enfermos con parálisis física severa. Yo salí de Málaga un 6 de junio y volví en noviembre con la decisión tomada tras conocer la comunidad jesuita de Aimara, en Bolivia.

- En Málaga tenía una vida cómoda: trabajo, novia, familia. ¿Cómo recibieron su decisión?

- Lo habitual para una persona es quedarte en casa con tus amigos y tu familia, eso es lo más cómodo. Sin embargo yo era más feliz ayudando en Bolivia, allí me di cuenta de que estaba haciendo la voluntad de Dios, no la mía. Cuando tú tienes muchos proyectos propios no te sientes totalmente en paz o realizado, pero cuando son de Dios sí estás más feliz. Yo decidí modificar mi vida.

Mi familia, sobre todo mi padre, pensaba que estaba haciendo una locura dejando la abogacía, él pensaba que iba a volver, pero yo le insistía en que no, que tenía claro que tenía que arriesgar. La vida es de los que arriesgamos.

- Llama la atención que decidiera tomar este camino con más de 30 años y con una relación larga con una mujer.

- Soy de vocación tardía, como decía San Ignacio. Estuve siete años de noviazgo, ese era mi plan personal: casarme, tener hijos... lo que todo el mundo. Pero al tomar mi decisión le dije que necesitaba pensar y, bueno, terminó cuando volví en noviembre de 2000. Esos meses en Bolivia de voluntario lo tenía claro, decidí que me metía a cura.

- Navidad del año 2000, vuelve en noviembre de Bolivia y...

- Cuando yo me fui allí no sabía a lo que iba, sin embargo, cuando volví sí estaba más claro. Siempre que yo hacía mi oración se me aparecía la parábola del joven rico. Tenía ochenta camisas en el armario, pero no las disfrutaba. Entonces antes de Navidad de 2000 agarré todo lo que tenía, lo metí en una bolsa y lo entregué en el Cottolengo para los pobres. Tocaba empezar de cero.

- E ingresa en la Compañía de Jesús

- Efectivamente. Me decidí a ingresar en Bolivia en vez de en España, porque allí es donde era feliz. El maestro de novicios me ayudó mucho, me quitó una venda de los ojos haciéndome solo una pregunta: “¿Tú por qué tienes miedo a ser feliz? No tengas miedo”...

- Y ahora, ¿por qué está en España?

- Llevo unas semanas arreglando papeles, porque me voy a incorporar a un equipo itinerante que va a trabajar en las fronteras de Perú, Colombia y Brasil,

- ¿En qué consiste la labor de ese equipo?

Es un equipo religioso, pero no específicamente de la Compañía de Jesús, hay laicos y miembros de otras congregaciones. Nuestro trabajo es ayudar y acompañar a los indígenas. No vamos a salvar la vida a nadie, ni vamos a evangelizar o a colonizar. Se trata de seguir 'el ritmo de la canoa', es decir, trabajar con los pueblos y que sean ellos los que nos demanden qué necesitan, las comunidades son sujetos y actores sociales en este proyecto. Es muy bonito porque es muy respetuoso con lo ecuménico. Lo religioso está en cada uno, pero nuestra labor es humanitaria por encima de todo.

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