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Las obras de La Giralda, primer caso de corrupción documentado de Sevilla

Según los documentos custodiados en el Arzobispado, al menos dos almojarifes (contables almohades) fueron destituidos por desvío de dinero y sobrecostes en la construcción

Las obras de La Giralda, primer caso de corrupción documentado de Sevilla j.m. serrano

alberto garcía reyes

Los tribunales están actualmente atestados de casos de corrupción que afectan a las obras públicas. Los sobrecostes injustificados y las facturas falsas en la adjudicación de los materiales son casi el pan nuestro de cada día, por desgracia, cuando abrimos los periódicos. Sin embargo, la corrupción en Sevilla no es algo que se pueda resumir a estos dos últimos años. Nació como mínimo hace casi nueve siglos. El primer caso documentado es la construcción de La Giralda, el emblema monumental de la ciudad.

No es una leyenda. Ocurrió de verdad. Los documentos oficiales demuestran que en las obras del alminar de la aljama de Sevilla realizadas en el siglo XII también hubo un escándalo por desvío presupuestario. Lo certifica la crónica del cortesano almohade Ibn Sahib al-Sala, custodiada con celo en los Archivos Históricos del Palacio Arzobispal de Sevilla. Este autor natural de Beja (Portugal), pero afincado en Sevilla como cronista califal, recoge la polémica con todo detalle, incluyendo cifras, fechas y nombres. Según sus escritos, el califa almohade Abu Yaqub mandó construir la segunda mezquita mayor de Sevilla el 27 de abril de 1172.

En julio de 1184 este mandatario murió durante el asedio a Santarem, en Portugal, por lo que el poder quedó en manos de su hijo, Abu Yusuf Yaqub, que fue quien impulsó la construcción del alminar de la citada mezquita en septiembre de 1184. El «primer alarife» —director de las obras— fue Ahmd Ben Baso y «se encargó del registro de los gastos de la obra el almojarife Muhanmmad Ibn Said». El cronista aporta ahí el nombre del primer «corrupto». Y da un dato clave: las obras se paralizaron entre el 2 de marzo de 1188 y el 18 de febrero de 1189 «al ser destituido» Ibn Said. Durante la construcción se había perdido dinero y el califa lo desterró por traidor. La torre quedó detenida «hasta que llegó Abù Bakr Ibn Zuhr de la corte del Amir al-Mu/minin y le mandó reanudar la construcción del alminar y reedificar lo que se había arruinado en la mezquita».

El desvío de dinero que provocó esta primera destitución no pudo ni cuantificarse. El segundo, en cambio, sí. Ocurrió unos años después, en 1195, cuando tras vencer en la batalla de Alarcos, última victoria de los musulmanes en España, el califa almohade encargó la ejecución de cuatro manzanas de bronce dorado y de diámetro decreciente que se colocarían como culmen del alminar.

Tanto esplendor ocultaba otro «mangazo». Aquellas manzanas, de «tan desmesurada grandeza que no se conoce su peso», fueron ensartadas en una barra de 40 arrobas de hierro tras subirlas hasta arriba «arrancando algo de mármol de la parte inferior». El responsable de esta labor fue «el maestro Abu-i-Layz, el siciliano». Un converso al islam cuya «imprevisión» para subir las grandes esferas hasta la cima y para dorarlas provocó un «sobrecoste» de «100.000 dinares de oro». Una ruina por la que también fue desterrado. Según los dictámenes jurídicos -fatuas- de la época, tanto Ibn Said como Abu Layz tuvieron que someterse al imperio de la ley islámica y han pasado a la historia como fundadores de la corrupción en Sevilla.

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